jueves, 8 de noviembre de 2012

Movimientos

[Desde pequeña, siempre me ha gustado estar al día en lo referente a la actualidad (o el pasado) política y social; ya con trece o catorce años veía las tertulias en la televisión, leía la prensa o literatura del tema. Con dieciséis decidí que quería dedicar mi vida a estudiar, investigar y enseñar a través de la sociología; escribo y difundo lo que pienso, averiguo o dudo, leo, participo en acciones diversas, trato de vivir de una manera coherente con mis ideas. No me considero en absoluto pasiva en lo que a lucha política o social respecta. Y sin embargo, tengo que escuchar continuamente improperios de quienes creen tener el monopolio de la correcta lucha. Y empiezo a estar harta.]

Si miro atrás, sólo me queda la sensación de llevar años persiguiendo un horizonte que, haciendo honor a su nombre, se aleja a medida que avanzo hacia él. Ese horizonte se llama implicación en un movimiento político.   El primer intento se dio en Santander; no tardé en desechar la idea, puesto que al ser una ciudad pequeña fue fácil enterarse de qué se cocía y quién participaba en esos círculos y aquello parecía más un juego de batallas (inter e intra grupales) que un intento de cambiar algo. Pensé que la cosa sería diferente cuando empezara la carrera: Sociología, Barcelona...pensamiento crítico, más edad, más pluralismo. Pero me equivocaba. Al llegar a la Facultad de Economía y Empresa de la UB me encontré con el mismo rollo rancio y sectario de antes. Siempre he pensado que para participar en movimientos de ese tipo la afinidad con la gente con la que compartes tu lucha ha de ser grande; no fue el caso.

Pero había una diferencia, y es que al ser un círculo mucho más reducido (ya no era una ciudad, ahora era una facultad) era fácil saber quién participaba y quién no en las asambleas y acciones propuestas por ésta, de modo que si eras de los que no participaban (por las razones que fueras) automáticamente quedabas marcado (quiero pensar que no por todo el mundo) como un esquirol o un pasivo social. O al menos, esa es la sensación que uno tenía. Lejos de atraerte hacia el grupúsculo, uno se quedaba espantado por esa altanería con la que parecían mirarte quienes creían estar cambiando el mundo mientras tú te limitabas a observar desde tu sillón la gran pantalla del horror social comiendo palomitas y sin parpadear. Y las pocas ganas que podían quedarte de trabajar codo con codo con ellos, de arriesgar el tipo frente a las fuerzas del orden a sabiendas de que un compañero estaba ahí para proteger tus espaldas, se desvanecían. 

"Madrid" - pensé entonces. "Madrid es el nuevo horizonte". Y cada día que pasa aumenta esa sensación de malestar, esa sensación de estar persiguiendo un imposible. ¿Y todo esto a qué viene? Viene a que estoy decepcionada con Somosaguas. Estoy segura de que hay gran diversidad entre quienes participan en las acciones y asambleas del Campus; probablemente muchos tengan buenas intenciones y estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que allí se reivindican, pero el hecho es que creo que fallan los medios, falla la imagen y falla la capacidad de convocatoria. No pretendo ofender o crear malestar ni nada por el estilo, pero siento la necesidad de expresar lo que pienso y siento y pretendo hacer una crítica constructiva. 

1) Empoderamiento y endogamia. Para que un movimiento sea capaz de hacer efectivos los cambios que plantea, creo que es más importante la motivación, la coordinación, la complicidad, el acuerdo interno, etc. que el tamaño. Sin embargo, creo, esa fortaleza se puede volver contra ti si no se combina con un espíritu de  inclusión y de autocrítica. En cualquier grupo de cualquier índole hay que ser capaz de ver las debilidades y limitaciones propias. Cerrarse sobre sí mismo, excluir automáticamente a quienes no cumplan con el perfil obstruye esta posibilidad. La diversidad es positiva porque es en las diferencias y el disenso con el otro cuando puedes ver tus propios fallos o virtudes. 

2) Imagen y atracción. En un movimiento político, la imagen no lo es todo...pero es clave. Y no sólo ni fundamentalmente la que se proyecta a o desde los medios de comunicación de masas o el gobierno de turno, sino principalmente a los potenciales miembros de ese grupo. Ya hemos dicho que el tamaño no lo es todo, y de hecho en algunos casos puede ser disfuncional, sin embargo en el caso de huelgas o manifestaciones éste es uno de los aspectos a los que más importancia se da a la hora de valorar los resultados. Además, parece ser lo que se reivindica al corear consignas como 'No nos mires, únete' o cuando se insulta llamando esquiroles a quienes no se suman a las protestas. Los tres casos que he expuesto pecan de ahuyentar a quienes pretenden atraer: primero, por proyectar una imagen hostil de puertas afuera; segundo, por insultar a quienes no se unen; tercero, por ciertas prácticas que son percibidas por los no-
adeptos como inútiles o perjudiciales para ellos mismos y/o para el propio objetivo que se persigue. 

3) Divide y vencerás. La historia ha demostrado que izquierdas hay muchas y derechas...quizás no tantas. Es evidente que, a pesar de compartir a menudo objetivos, las diferentes ramas de la izquierda suelen diferir en lo que a métodos o senderos respecta. Son temas bastante difíciles de superar, lo sé. Pero me pregunto (y ojo, sólo me pregunto, no afirmo) si no hay veces que deberíamos guardar ciertas ideas u orgullos en una cajita y tirar la llave bien lejos para poder avanzar al menos un paso todos a una. Una izquierda fragmentada no sólo debilita la propia imagen de la izquierda sino que también fortalece la de la derecha. Y como sigan fortaleciéndose y nosotros debilitándonos...se nos van a comer vivos.

Pongamos el caso concreto de la huelga de estudiantes que ha tenido lugar los días 7 y 8 de noviembre en el Campus de Somosaguas. 

a) La semana que viene, el día 14 de noviembre para ser exactos, hay una huelga general. Desde mi punto de vista, realizar dos jornadas de huelga la semana anterior es una forma de desgastarse antes de llegar a una jornada en la que todos deberíamos participar activamente. Creo que se deberían unir fuerzas.

b) El hecho de que la huelga haya tenido lugar en el Campus de Somosaguas única y exclusivamente, y no al menos en toda la Complutense (en Ciudad Universitaria las cosas estaban calmadas) alimenta la imagen negativa que se tiene del Campus y de sus alumnos (como vagos y perroflautas). 

c) Los comentarios entre los estudiantes que no han participado en las jornadas de huelga son absolutamente negativos hacia los huelguistas. En este caso concreto creo que el hecho de que participen sólo unos pocos en las movilizaciones es una debilidad. Habría que revisar la imagen que se proyecta y los mecanismos de búsqueda de adhesiones. 

d) A veces, da la sensación de que el Campus vive para sí. De que se avanza sin revisar los pasos dados. De que es un juego que han organizado unos cuantos a los que no les interesa que se una nadie más. El problema es que al tiempo se erigen en representantes de la comunidad estudiantil cuando es dudoso que reflejen la voluntad (no en cuanto a fines tanto como en cuanto a medios) de la mayoría. 

Alguien podría decir después de leer esto que, aún así, mejor es hacer las cosas con fallos que no hacerlas en absoluto. No estoy segura. Creo que para que un movimiento de este tipo tenga 'éxito' ha de estar sustentado por una base teórica firme. Las autoevaluaciones deberían darse de forma periódica. Quizá merezca la pena pararse a reflexionar sobre las propias debilidades y reanudar la marcha una vez que se hayan solventado. De lo contrario, puede acabar boicoteándose el propio proyecto. 


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