martes, 4 de septiembre de 2012

La decadencia de lo público

El juego está claro: desprestigio de lo público para que lo privado sea la mejor (y, cabe señalar, única) opción. Los logros en torno a la igualdad de oportunidades empiezan a desvanecerse. La igualdad nunca fue el plato favorito de la derecha, abanderada del “todo se logra con esfuerzo“ y del “quien no tiene nada, no lo tiene porque es un vago“. El darwinismo social se impone: es la lucha de los fuertes (los de buena cuna, los que tienen enchufes, los que despliegan sus artimañas, los que no tienen reparo en pisar unas cuantas cabezas en su ascenso a lo más alto) contra los débiles (los que trabajan al tiempo que estudian, los enfermos, los padres que a la vez son trabajadores, los inmigrantes). La estregia (concedámosles esto) es buena: desprestigiando a un sector de la población calificados de chupasangres logran desmoralizar y, al tiempo, dividir a la población, temerosa de convertirse en parte de ellos, como si la pobreza fuera una enfermedad contagiosa.

Ocurre que no somos idiotas y sabemos que esfuerzo y horas trabajadas no siempre equivalen a dinero, que si un corredor sale 100 metros más adelante que el resto probablemente llegue antes a la meta y que la igualdad suele interesar más a quien está abajo que a quien está arriba.


El discurso no es nuevo, estamos cansados de escucharlo, de escucharnos. Y sin embargo algo pasa: o ellos están sordos o nosotros no elevamos la voz lo suficiente. Ellos controlan el marco, un marco en el que su discurso tiene sentido y todo lo que decimos rebota en sus cristales blindados, porque hablamos otro idioma.

Los recortes afectan a todo y parece que por fin empezamos a entender que cualquiera está a su merced.
A nosotros nos toca ahora de cerca el panorama universitario. Tasas impagables, castigos ejemplares por ser ‘pobre‘. Tienes que ser el mejor, no suspender nada porque con cada nueva convocatoria se encarecen los precios. La primera convocatoria es ya accesible sólo a unos pocos, si tenemos en cuenta la paralela reducción de becas o la elevación de los requisitos para lograr una.

Lo que está claro es que hay que hacer algo, porque “demasiado tarde“ significa ya “ahora“. Y si esperamos un poco más, habrán privatizado hasta las piedras que deberíamos estar tirando sobre sus tejados.

4 comentarios:

  1. Me siento excluída socialmente. Estoy en una especie de señorío por el cual debo de sentirme agradecida por labrar en sus campos. Me siento desesperada.
    Ahora mismo sólo existen 2 clases sociales: Los muy ricos y los pobres, obviamente estoy en la segunda. Doy las gracias por quedarme poco ya que estudiar y tengo miedo de todos los recortes que me han hecho. No es que lo privado sea mejor, sino que tal y como dice es lo único, y alguien de mi status no se lo puede permitir. Volvemos a una sociedad de clases, a una retrógrada ilusión de nosotros mismos en la que muchos estamos hartos pero no podemos hacer nada. Ya no escuchan nuestras súplicas, ni las quieren oír. Nos han cortado derechos humanos como el de una vivienda, salud, educación o vida. Se han pasado la OMS por el forro. Y siguen diciendo que lo hacen por nuestro bien. Yo que he estudiado en un cole público, en un instituto público, en un fp público y que ahora hago una carrera en una universidad pública no logro entender por qué tengo que renunciar a que generaciones futuras no puedan vivir lo que yo he vivido. Enhorabuena por el post. Yo me quejaré e intentaré actuar, aunque sólo sea porque mi moral me impide seguir de brazos cruzados.

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  2. "tal y como "dices"" que me he comido una "s" :P

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  3. Desgraciadamente, tengo que estar de acuerdo con ambas. :(

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  4. Ayer me cabreé. Por ejemplo Bauman dice que el probema es que nos manifestamos contra el gobierno cuando éste ya no tiene capacidad de decisión, pero yo creo que sí la tiene. Puede que tengan que recortar sí o sí, pero pueden decidir dónde meten la tijera y está claro de lado de quién se ponen...

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