lunes, 30 de enero de 2012

Vergüenza

Línea 2 del metro de Madrid, lunes por la mañana. Un hombre empieza a hablar en el metro. Este discurso prefabricado ya lo he escuchado antes, procedente de los mismos labios. Dice estar en libertad condicional y sin trabajo. Pide dinero y comida, que Dios nos agradecerá que le demos.

Algunos viajeros sacan unas monedas de sus bolsillos. Yo pienso que es una lástima no llevar una manzana encima. Una chica se levanta -su parada es la siguiente- le da un paquete de Donetes y sale del vagón. El hombre mira el paquete y lo arroja con desprecio a uno de los asientos.

Me cuesta encontrar palabras para describir cómo me he sentido. Supongo que ha sido una especie de desilusión o decepción. Primero pensé: qué habrá hecho para estar en la cárcel; después: busca darse una ducha, tener ropa limpia, encontrar un trabajo (según sus propias palabras). Fantástico.

Un segundo después todo el paisaje se desdibuja y aparece un hombre cabreado con el mundo, incapaz de agradecer la amabilidad de una chica que, por cierto, quién sabe si se encuentra en una situación precaria y esos Donetes eran su lujo de la semana.

No somos los únicos responsables de nuestra suerte, eso nadie lo pone en duda; pero si culpabilizas al mundo de tu desgracia (no sabemos cómo acabó este hombre en la cárcel) cuídate de dirigir tu ira a un todo abstracto y no a personas como esa chica que, en lugar de darte la espalda, te tienden la mano.


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