sábado, 3 de diciembre de 2011

Don't believe everything you think (No te creas todo lo que piensas)



A menudo, la gente se sorprende de mi amor por la Sociología. Me preguntan por qué empecé a estudiarla y por qué, a día de hoy, sigo haciéndolo con tanto entusiasmo. Por supuesto, las respuestas a ambas preguntas son diferentes, porque el día que supe que era mi carrera, aquello a lo que quería dedicar mi vida, estaba lejos de imaginar hasta qué punto podía alegrarme de haber tomado esa decisión.

Recuerdo un día, hará ya cuatro años, en que me dio por mirar los planes de estudios de las diversas carreras. Al llegar al de Sociología, una disciplina cuyo nombre conocía muy bien, ya que mi tío y mi abuelo son sociólogos, pero cuyo contenido realmente desconocía, me llamó la atención por combinar, en mayor o menor medida, todo aquello que me gustaba. No me preocupó saber a qué me podría dedicar una vez acabada la carrera, y es algo que a día de hoy pocas veces me planteo. Pensé que no había nada que me fuera a permitir conocer mejor el mundo que me rodea y, con él, a mí misma.

Hoy en día, cuatro años después, las razones que me impulsaron a salir de mi ciudad y dedicar mi tiempo a la Sociología siguen vigentes, pero se ha unido una nueva. Cada día, los profesores o los textos que leo como material de la carrera me abren los ojos; cada día se rompen nuevos esquemas en mi mente; cada día me replanteo cosas que daba por sentado; cada día me planteo por qué tengo cierta posición respecto a un tema en concreto; cada día reflexiono sobre cómo he llegado a pensar aquello que pienso; cada día hay nuevas pistas que me hacen comprender por qué soy como soy, y por qué las cosas son así.

Nunca jamás, ni por un segundo, he pensado que hubiera errado al decidir empezar a estudiar Sociología.

Si tengo que quedarme con una lección aprendida, esa es la siguiente: "No te creas todo lo que piensas". Plantéate, en cambio, por qué piensas así y no de otra forma. Reflexiona, llega a la base, al momento en que la idea fue implantada. Probablemente descubras que, en realidad, no piensas aquello que crees. Esa idea ha estado tanto tiempo y desde tan temprano en tu cabeza que ni eras consciente de que era un pensamiento ajeno.

A partir de ahí, reconstrúyete.

1 comentario:

  1. Para eso hablamos y escribimos, para averiguar qué es lo que realmente pensamos. No hay nada como intentar explicarse para aclarar las ideas.

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